16/6/10

Miércoles de vergüenza


Esta semana he tenido de todo un poco. La Fernanda, para variar, está resfriada y hace varios días que no viene al colegio (T_T) y como Paula no deja a Eduardo ni a sol ni a sombra me he quedado sola.

En la sala de clases he notado que Rodrigo me mira harto y a cada rato se da vuelta para preguntarme o pedirme cualquier cosa. Aunque me gusta mucho que lo haga me da un poco de lata, sobre todo después de que Paula pasó el maldito papel que decía "Angélica ama a Rodrigo". O sea, igual me gusta, pero sentirme así de expuesta no es agradable.

El miércoles me había sentido en extremo mal y lo único que quería era que llegara el recreo para ir a tomar un poco de agua. Cuando tocaron el timbre esperé a que se fueran todos de la sala para salir y cuando pasé por el baño de hombres se asomó Benjamín. -¡Angélica!- Me dijo -¿Podrías avisarme si viene alguien, porfa?- Él estaba fumando y no sé por qué, pero me quedé ahí vigilando para que fumara tranquilo.

Cuándo termino su cigarrillo se mojó el pelo, se comió una menta y se echó un perfume súper rico. Estoy segura que me vio olerlo cuando pasó por mi lado, así que me puse coloradísima. -¡Vale flaca!- Me dijo -¡Te pasaste!, a ver si te pago el favor un día de estos- y se fue riendo… otra vergüenza más que pasé… Mi día no podía ir peor.

Tocaron el timbre para entrar a clases y yo, lo único que quería, era que el día terminara rápido. Me armé de valor y volví nuevamente a la sala, a sentarme sola y ver como todos conversaban y se reían. No sé si era rollo mío, pero podría jurar que el grupito de Paula me miraba y se burlaba de mí. Busqué a Rodrigo con la mirada pero no lo encontré, necesitaba ver una cara amable.... Cuando llegó el profesor me tranquilicé un poco, por lo menos podría estar pendiente de la clase y no sentirme tan fuera de lugar.

Cuando tocaron nuevamente el timbre de recreo sólo atiné a tomar mi pendrive y salir a buscar un lugar solitario. Recorrí un poco el colegio y entré a una salita abierta que tenía un piano y algunos instrumentos; era la sala de música y no había nadie, el lugar ideal para estar tranquila los 15 minutos de recreo. Me puse los auriculares y me senté a escuchar música. Sin darme cuenta se me olvidó todo y me puse a cantar fuerte, como desahogándome, con los ojos cerrados y dejándome llevar por la música. Cuando terminó la canción abrí los ojos y no lo podía creer… ¡Pasé la vergüenza más grande de mi vida! En la puerta estaba parado un hombre que aplaudía mi bochornosa “performance”. ¡Quería que me tragara la tierra, hacer un hoyo en la pared, correr, convertirme en un gomero! Le pedí disculpas y traté de irme, pero me detuvo y me dijo: -Oye, no te avergüences, de verdad cantas muy bonito. Soy el Profesor Saavedra, del electivo de música y hago clases en esta sala. Sería muy bueno que participaras en él, piénsalo”. Con mucha vergüenza le dije que bueno y salí corriendo. Llegué a la sala y durante el tiempo que quedaba de clases solo podía pensar en lo mal que había resultado este día para mí.

Mientras estaba sumida en mi angustia no noté que Rodrigo ya estaba en la sala. Se dio vuelta, sacándome de golpe de mi introspección, y me dijo: -Yo también tuve atados, pero siempre se saca algo bueno-.

Ahora, que ya es de noche y estoy recordando todo esto y analizando un poco más lo que pasó me doy cuenta de que sí hubo cosas buenas: Rodrigo, como siempre, se portó muy amable conmigo; Benjamín (el chico que fumaba en el baño)… no sé por qué pero QUIERO volver a verlo; y lo principal, alguien elogió mi forma de cantar ¡y es el profesor de música!; él debe saber de lo que habla. A pesar de haber estado haciendo el ridículo me invitó a participar en su curso. La música es lo que siempre me ha gustado, así que he decidido tomarlo. A pesar de todo lo malo, creo que las cosas pueden mejorar y si la Feña vuelve pronto a clases me será más fácil.

¡Saludos a todos y espero que me dejen sus comentarios!
Angélica.